miércoles, 23 de octubre de 2013

Funcionamiento de la luz y la sombra en los relieves.

De una manera general, los escultores de periodos arcaicos y los de la Alta Edad Media no han buscado crear una ilusión de profundidad real y han ignorado los procederes ópticamente eficaces del modelado y de la sombra de alcance. Ellos, al contrario, han optado por los contornos lineales, aplanados luminosos y los surcos de sombra, diseñados con la ayuda de rayas incisas. Tienen en este sentido selecto una parte gráfica y decorativa de distribución de las sombras y de las luces. El sistema medieval de reparto de las sombras y de las luces se opone al sistema del siglo XV, según el cual las sombras y las luces se distribuyen largamente de manera de subrayar la importancia de ciertos volúmenes y crear fuertes contrastes entre los salientes y los huecos: escultura “bourguignonne” borgoñona.
En el siglo XVII, la distribución de las sombras y de las luces sobre los relieves permitió valorar ciertas partes de la figura: oposición contrastada entre el tratamiento de los bustos desnudos, con un modelado suave y matizado, y el tratamiento de los ropajes, con huecos profundos, cubriendo la talla y las jambas.

A veces, las sombras y las luces han contribuido a acentuar los movimientos de las figuras y a acentuar las formas.
Ejemplo de esto: 

Bajorrelieve tallado en piedra en la iglesia visigótica de Santa María de Quintanilla de las Viñas, en la provincia de Burgos. 

Un bajo relieve hecho para que la luz cree un efecto pictórico, las sombras y las luces se multiplican a propósito sobre todas las superficies. Los perfiles de los pliegues están quebrados, impidiendo así a la luz dar una arista demasiado aguda o dibujar una sombra demasiado limpia. Los contornos delimitados por planos diversamente orientados, están de alguna manera disueltos e interrumpidos voluntariamente por los “accidentes”, originando un desorden pictórico y pintoresco. Por otro lado, cada parte parece "avanzar o recular en el espacio", parece moverse en el plano y no ofrece a la mirada ninguna nitidéz ni ningun reposo. Esta manera de distribución de las sombras y de las luces que corresponde a un modelado contrastado es frecuente en el siglo XVIII, en el arte barroco.

A partir de la época clásica, el emplazamiento y la iluminación de los relieves condicionan el tratamiento de sus salientes.
Porque, como precisa Falconet, «en una obra de escultura, compuesta para producir luces y sombras armoniosas, haciendo venir de la derecha la luz que venía de la izquierda, o de abajo aquella que venía de lo alto; no se encontrarán más efectos: la mayoría desagradables, si el artista no ha sabido tener cuidado con las diferentes luces».
La naturaleza de los materiales utilizados y el tratamiento de las superficies, superficie pulida, rugosa, o una superficie llena de trazas de herramientas más o menos profundas o largas, intervienen igualmente en los efectos de sombra y de luz.
Los materiales opacos pulidos, en una luz viva, reflejan los rayos luminosos con intensidad en cada punto de incidencia y ofrecen más fuertes contrastes que los materiales mates: las partes claras y sombreadas resaltan menos. Así, en el bronce, el efecto procede por bruscos resaltes que van del brillante al negro profundo; un tono neutro y opaco envuelve la unión, y así como el  mármol parece retener y absorber la luz, el bronce la refleja. Inversamente, los materiales mates tienen un aspecto más uniforme, algo más vivo, en los lugares alcanzados por los rayos luminosos. Así, el mármol, hasta que no está pulido, tiene sus superficies sobre las cuales la luz y la sombra se juntan armoniosamente.
En cuestión de pulido se ha de valorar y matizar con gusto y buen criterio lo que necesita cada pieza. En el mármol se ha de tener en cuenta su color ya que si es negro un pulido excesivo de la pieza, actuaría de espejo reflejando las formas de las luces, y no dejando ver de ninguna manera la forma o el modelado, a algunos artistas ya les va bien, así disimulan los defectos de forma de la escultura.

Hoy con los materiales modernos: plásticos, resinas, fibras y pigmentos adecuados nos permiten la creación en escultura, de nuevos efectos luminosos.
En el siglo XX, los escultores han utilizado la luz deliberadamente como elemento plástico. La luz reflejada, que juega sobre las formas pulidas, ha sido empleada para contribuir a los efectos de reflejo y de contraste, por ejemplo las esculturas pulidas de Brancusi


Constantin Brancusi: simplificación de la forma, bronce pulido, respetaba y aprovechaba la belleza natural de los materiales y sus contrastes.


Un ejemplo de trabajo específico con la luz, sería la escultura en bronce de Pablo Gargallo, realizada en 1928 que se titula “Kiki de Montparnasse”, es una cabeza de bronce hueca, es como un huevo de chocolate, tiene sólido el pelo, el perfil de la nariz, la boca y la barbilla, el bronce está completamente pulido y el hueco oscuro nos hace intuir sus facciones



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