miércoles, 23 de octubre de 2013

¿Cómo trabaja la arquitectura barroca con la luz? ¿Qué simbología tiene la luz en esta manifestación artística?

Por regla general, hay que partir del pensamiento de aquella época para estar en condiciones de entender el valor que el escultor barroco atribuye a la luz, a este elemento, tan indispensable como inefable, para la plasmación del virtuosismo plástico.
Nos remitiremos a la inteligente síntesis elaborada por Francesco Patrizi, que considera la luz como atmósfera metafísica global, que genera a su vez los "rayos" que dan vida a la lumen en sentido estricto:
«La luz es imagen de Dios mismo y de su bondad, que ilustra todo lo supramundano, que se extiende por todas partes y lo penetra todo. Al penetrar las cosas, las forma y las hace. Lo vivifica todo, lo contiene todo, lo sostiene todo, reúne y unifica todo. Envuelve en sí misma todas las cosas que existen, o están iluminadas, o viven, o se engendran, o se nutren, o crecen, o se completan, o se mueven.
La luz las purifica, las completa, las renueva, las conserva y hace que no perezcan. No carece de nada, es rica en todo. Anhelada por todos y deseable para todos. Adorno de los cielos y de todos los cuerpos, nobleza del mundo, hermosura del mundo, alegría del mundo, risa del mundo. Nada es tan alegre para la mirada, nada más agradable al ánimo, nada más fortalecedor para la vida, nada más importante para el conocimiento, nada más útil para la acción. Sin ella, todas las cosas quedarían inmersas entre tinieblas, inertes en sí mismas y desconocidas para nosotros».

El escultor barroco conoce el valor de la cámara de luz, de la luz de fondo y de la luz que se refleja.

En la capilla Raimondi de San Pietro in Montorio se abren dos ventanas a los lados del grupo escultórico, invisibles para quien están en el interior de la capilla, que brindan un intenso efecto de luz que cae sobre el bajorrelieve esculpido por su discípulo Francesco Baratta. 

La imagen del santo que sube a los cielos casi da la sensación de flotar en la auténtica atmósfera del empíreo.

En la capilla Alaleona de Santi Domenico e Sisto la luz procedente de arriba crea un efecto de contraluz, envolviendo al grupo de Cristo y la samaritana en la ambigüedad de un teatro viviente.

En los documentos llegados hasta nosotros se denomina «esplendor» a esta compleja estructura y, en efecto, la sensación de deslumbramiento se incrementa al pasar desde la verdadera luz que penetra por el vitral hasta los numerosos rayos dorados (de distinto grosor, con objeto de aumentar la vibración luminosa) que se refractan en las nubes curvadas como espejos, para multiplicar la iluminación.


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